La fábula del angelito

Huyendo despavorido de la escena de un crimen que no cometí, me senté y me puse a escribir. Es de esos caminos que no importa a dónde van, quizás voy a dejar que mis pasos... o mejor dicho, mis palabras, me lleven.

lunes, 18 de junio de 2012


Cuando las canciones vuelven a ser canciones

Y esas manos que ya no se entrelazan con otras manos, que ya no reciben caricias de otras manos, van directo a la biblioteca, una de esas donde además de libros, también hay discos
Sabés que querés escuchar música (te vas a bañar), sabés que querés cantar en la ducha, sabés que ahí, en ese espacio entre el agua y vos, hay un estadio lleno de gente con remeras que tienen tu cara estampada esperando al gran cantante que sos, ese que todos llevamos dentro (pero no abrís los ojos para no desaparecer la ilusión).
Tenés que decidir qué música vas a escuchar (y cantar). Te ponés a mirar y te das cuenta que todos los temas te la traen al presente, te hacen recordar ese helado que se le calló en la falda, esa cena en la que estrenó la pulsera que le regalaste, el día que corrían bajo la lluvia, la noche que contaron estrellas, las risas, las carcajadas… desde el “hola, mucho gusto” hasta el “chau, hasta siempre”. Las canciones estuvieron en cada momento y tenés miedo de que a las gotas de la ducha se mezclen con lágrimas.
Te animás. Con una mano te tapás los ojos y con la otra hacés un “ta-te-ti” y en el “suerte para ti” sacaste justo el más simbólico, ese que si no te hubieses tapado los ojos, habrías esquivado seguro.
Y bueno… es el destino. En definitiva te encanta ese disco.
Prendés el equipo de música, lo ponés y empieza a girar. Que nadie se entere que cantás horrible, así que subís el volumen para que tu voz se pierda detrás del piano y la del músico.
Entrás a la ducha y lo que creías que iba a ser un martirio, te demuestra que el pasado es eso: pasado, y que las viejas canciones del alma, de dos almas, vuelven a ser eso: canciones. Te alivia el corazón y cantás con más fuerza que antes. No pasaste la prueba todavía, el disco es largo y aún tenés que enjugarte el shampoo. Dos canciones más que volvieron a ser canciones, combinaciones hermosas de sonidos, frases inspiradas y voces profesionalizadas, pero canciones. Por fin. Te limitás a preguntar “¿esas canciones ya tienen dueña?”, “¿se las vas a poder dedicar a alguien más?”, “¿dejarán otra vez de ser canciones?” Preguntale al tiempo, ese que jamás contesta y siempre te toma de sorpresa.
Cuando las canciones vuelven a ser canciones pasó el temblor y te reís con más ganas porque los recuerdos pasan a vivir en el pasado y se corren del futuro.

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